“Bata será el lugar de mi retiro; su energía me atrapó.”
Gestora cultural, editora y valiente librera (como buena nieta de la académica Trinidad Morgades), Deborah Ekoka dice haberse enamorado de Bata porque su olor, su energía y sus playas le recuerdan a su ciudad natal, Valencia.

He de decir que mi primer viaje a Guinea Ecuatorial lo emprendí con mucha incertidumbre y cierto miedo, un miedo generado por las historias que mis primos habían contado muchos años atrás en las comidas familiares sobre apagones que duraban horas o días, o cómo mi primo estando enfermo de paludismo se escapaba del hospital por la ventana para volver a casa, castigos muy estrictos que te dejaban temblando o sucesos muy violentos.
Mi padre tenía en aquel entonces nueve hermanos y hermanas, y aunque todos mis primos y primas habían visitado ya Guinea Ecuatorial, yo era la única a la que su padre no la había llevado nunca. Cuando decidí ir fue por que por fin me pude pagar un billete y bloquear dos semanas de mi agenda para la estancia, allá en el año 2012.

Recuerdo cómo al bajar del avión en Malabo sentí una potente humedad sobre el cuerpo, y pensé “cómo pesa al aire en África”. Años después, en mi segundo viaje, aprendí que es algo característico de lugares como Malabo, y no del continente.
En este primer viaje descubrí el pueblo de Moka, situado al sur de la Isla de Bioko a mucha mayor altitud y famoso por sus bajas temperaturas, la playa de Arena Blanca, y otros lugares, pero una de las cosas que más me impactó fue ver el frondoso bosque de ese verde intenso y los carteles de Heineken en la carretera, casi del mismo tono verde, que irrumpían en la armonía de la vegetación. Y sinceramente me encantó. Toda mi familia estaba feliz de tenerme por fin allí.

Aún recuerdo cómo mi abuela me hizo sentar en su regazo cuando llegué, y uno de mis recuerdos favoritos es comer sus fantásticas alitas de pollo fritas en el porche de la casa colonial donde vive, observando el patio con sus enormes árboles y las vistas de Malabo. Quedé tan encantada que alargué mi estancia una semana más. Pero con el tiempo me di cuenta de que, aunque había sido un viaje un poco superficial, algo cambió dentro de mí se había encendido, empecé a darle más importancia a mis raíces, y al cabo de un año y medio lanzamos el proyecto de tienda y librería especializada en autores africanos y su diáspora, United Minds, que aún sigue activo. Pisar mamá África aún desde la superficialidad hizo mella en mí.

"Recuerdo cómo al bajar del avión en Malabo sentí una potente humedad sobre el cuerpo, y pensé “cómo pesa al aire en África”."
Dicen que Guinea Ecuatorial te escupe o te abraza; yo sentí un primer abrazo, no el más cálido a pesar de las altas temperaturas, pero me quedé con ganas de más.
Mi segundo viaje fue en 2019, con libreta en mano y una lista de todas las cosas que quería hacer y ver en esos 19 días. Ver a mi abuela (tía) Trinidad Morgades Besari—una eminente escritora y académica de la lengua de quien mi familia me habló poco—comprar artesanía ecuatoguineana, lo cual es más difícil en Malabo ya que en las tiendas solo hay arte camerunés, nigeriano y de otras regiones africanas, pero más tarde en Bata encontré una pequeña tienda en el Centro Cultural Español donde pude adquirir algún souvenir.

Presenté el libro del cual soy editora y autora de uno de los capítulos, “Metamba Miago: Relatos y saberes de mujeres afroespañolas” (Metamba Miago significa “mis raíces” en la lengua ndowe, la lengua de la etnia de mi familia), en los centros culturales de Malabo y Bata, y en la única librería del país en aquel entonces, La casa tomada.
Además tuve la oportunidad de encontrarme con grandes mujeres para mí como Anatasia Nve “ Mamá Anastasia”, defensora de derechos humanos de las mujeres, Trifonia Melibea Obono, escritora, Sese Sité, promotora de proyecto Barbarrio, Paloma Nze, periodista que trabaja en televisión y quien me llevó como invitada a su programa en la televisión pública, “A fondo”, para hablar sobre el libro.

Estuve también en Bata, ciudad que me enamoró, y que curiosamente me recordó mucho a Valencia, mi ciudad natal. Incluso la gente de allí parecía aflojar esa hostilidad que tiene la gente de Malabo. De la costa continental visité Ekuku, el pueblo de mi abuela, y también fui al interior, mi hermano (primo) me llevó y recomendó lugares maravillosos.
La gastronomía de costa a precios populares es de esas cosas que siempre recuerdo: el pepe soup del bar Fina, el bilolá, y otros platos quedaron grabados en mi paladar, que aún anhela esos sabores.

Sé que en un futuro, cuando pueda vivir allí gran parte de mi tiempo, Bata será el lugar elegido, pues su energía me atrapó. Si tuviera que pedir un viaje a medida, me encantaría conocer mejor las diferentes etnias del país, sus ritos, su gastronomía, su espiritualidad y tradiciones, conocer el arte tradicional y su significado.
Imagino que algún día existirá un museo como el que ya se plantea en el Parque Nacional, pero más accesible a las y los ciudadanos guineanos y que contenga aún más arte de todas estas etnias que componen Guinea Ecuatorial, e incluso permita visitar a los artistas y artesanos que crean en sus casas, y también desearía conocer a más figuras que han tenido impacto en la cultura e historia ecuatoguineana. Me quedan por ver lugares como Río Campo, el pueblo de mi abuelo cerca de Bata, Ureka y otros parajes del país. Tengo que empezar a hacer mi lista para mi próximo viaje.

Deborah Ekok
Gestora cultural, editora y valiente librera de United Minds.
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